El pasado 9 de octubre, dentro del Seminario “Pensamiento y Cultura”, que organiza el Vicerrectorado de Comunicación y Cultura de la Universidad de Murcia y coordina Cristina Guirao, tuvo lugar la conferencia e intervención de Nuria Enguita y Oriol Fontdevilla. Ella es comisaria independiente, ha dirigido el Museo de la Fundación Tapies y comisariado en la última Bienal de Sao Paulo, y dirige la revista “Concreta”http://editorialconcreta.org/Revista . Y él es coordinador de la Sala d´Art Jove de la Generalitat de Catalunya http://saladartjove.cat/ . Con lo escuchado, digerido y un poco de cosecha propia, os ofrezco la siguiente remezcla.

Quizá no sirva de punto de partida, pero sí  resulta pertinente empezar a pensar  que nos encontramos inmersos, y asistiendo, a un cambio de paradigma cultural en todos los sentidos. Si definimos las prácticas culturales de la gente como aquellas cosas que hacemos las personas fuera de nuestro tiempo productivo y del que dedicamos a proveernos y cuidar de lo necesario para la subsistencia y convivencia, contamos ya con los  suficientes indicios para sospechar que los hábitos culturales heredados de un, llamémosle así, humanismo ilustrado, y admitidos socialmente, están siendo desplazados por prácticas más heterogéneas, en las que se modifican incluso los valores estéticos de referencia.

No es el momento de profundizar en esta mutación cultural, pero nos  sirve para dejar claro que la pérdida actual  del status social de la cultura, la aniquilación de los modelos anteriores de gestión, la progresiva desaparición de la gestión pública en materia de cultura, con su (nefasta) huida y atrincheramiento en la cultura de grandes eventos, no está causada única y principalmente por la crisis económica. Se trata de una constatación  que debe llevarnos a la reflexión primero, y a un giro radical inmediato en la forma de ver y gestionar el arte y la cultura.

¿Qué hacer, entonces, desde la gestión? Pues, por lo pronto  proponer  algunas y valiosas alternativas. Apuntamos dos de ellas:

Intentar favorecer una máxima heterogeneidad de los espacios culturales públicos. Esta es una tarea de la gestión pública de la cultura, aunque la gestión concreta se puede externalizar, puede ser privada, incluso ha llegado el momento de apostar por ello, sería social y económicamente recomendable, y garantizaría aún más la heterogeneidad de propuestas. Eso sí, hay que apostar por un inequívoco compromiso de lo público con la cultura.

Otra idea renovadora es la de creer en la cultura y el arte como agente transformador social. Un giro educativo que entiende  al gestor/mediador no como autor equiparable al artista, ni tan siquiera como puente que separa los procesos de  éste y el público, sino  como catalizador de un proceso simultáneo de arte y participación. Se trata de una propuesta performativa del arte que no jerarquiza la producción de valor artístico sobre la producción de valor social.

 Joaquín Medina es el gerente de CXC.