Podría ser el título de una película de Meg Ryan, de esas en las que los protagonistas se dan cuenta que su historia de amor ha terminado porque ya nunca se miran a los ojos.

Mucho de ese desamor impregna últimamente nuestras relaciones sociales, hemos dejado de mirar a la persona con la que hablamos y esto ocurre tanto en el ámbito personal como en el profesional.

No es raro acudir a hacer una gestión y tener que hablar con una persona que tiene la mirada fija en la pantalla de su ordenador o quedar con un amigo e intentar hablar con él mientras mira continuamente la pantalla de su móvil o lleva puestas las gafas de sol  y  no sabemos exactamente si nos está mirando…………Es el momento de entonar el “mea culpa” porque todos alguna vez lo hemos hecho ¿o no?

El 55% de nuestra comunicación se lleva a cabo a través del lenguaje no verbal, en el que se incluyen los gestos, la mirada, la sonrisa, etc. Sólo cuando dos personas se miran directamente existe comunicación y por tanto sólo cuando nos miramos podemos llegar a entendernos.

¿Por qué desaprovechar entonces el poder de una mirada? La mirada aporta una gran cantidad de información sobre nosotros y refleja nuestras emociones y sentimientos.

No nos escondamos tras el móvil, el ordenador o las gafas de sol (pensadas para proteger nuestros ojos en los espacios abiertos), nos las usemos en espacios cerrados ni cuando hablamos con alguien aunque sea en la calle. Lo correcto es quitárnoslas y permitir que la otra persona vea nuestros ojos.

¿Queréis empezar con buen pie una conversación? Hay una receta mágica que nunca falla: una mirada + una sonrisa + un “buenos días”.  Ponla a prueba verás como funciona!!!!

María Baños